domingo, 18 de enero de 2009

En la cuerda floja

¿Quién dijo que el camino, aún elegido, fuera fácil?
Cada dos pasos, pierdo el equilibrio, me intento aferrar a la mano de alguien que una vez me la da, otra me la quita. Ya estoy cansada de jugar al gato y al ratón, así que se acabó. Volveré a seguir buscando mi equilibrio en solitario, sin recurrir más que a las manos de mis amigos, que sé a ciencia cierta que no me la retirarán nunca, que extenderán sus brazos para recogerme en caso de que sufra una nueva caida y que me ayudarán a levantarme.



Dejaré de pensar en poder refugiarme en el castillo equivocado, tan etéreo y tan irreal como libre es su dueño, porque yo también soy libre, pero mi hogar es sólido y real, y mis brazos son sinceros como mis besos, el roce de mis dedos en su piel y el sabor de mi boca en la suya.

La libertad está sobrevalorada. Compartir es más gratificante que poder elegir siempre el camino más fácil y directo para conseguir un resultado inmediato y simple.
Simpleza versus autenticidad. Libertinaje por miedo a la sinceridad.

No hablo de nadie en concreto y hablo de todos en general, es lo bueno de poder seguir siendo anónima en la red, que puedo seguir expresando mis ralladuras mentales sin que nadie se de por aludido ni tener que dar explicaciones a nadie. Y, en mi caso, no se trata de no ser sincera, sino de estar harta de decir las cosas muy claritas y encontrarme con medias tintas, así que me queda el recurso de la pataleta dialéctica en el blog para desahogarme.

Y eso hago....

miércoles, 14 de enero de 2009

Hoy no lo puedo soportar....

Nunca leerás esto y además ni siquiera sé si llegaré a publicarlo, pero siento la necesidad de sacarlo de mi pecho, de vomitarlo sobre el teclado antes de que me anude la garganta y las lágrimas me dominen como solía pasarme antes.

Juré no hablar más de tí y no paro de hacer lo contrario.

Me prometí olvidarte y arrancarte de mi vida, pero no hago más que encontrar restos de tu existencia en casa esquina de mi casa, de mi oficina, de mis hijos...

Hablé del amor que te profesaba en pasado y creí que eso me ayudaría a dejarlo ahí, atrás, en el pasado...

Pero hoy me he dado cuenta que nada de eso es verdad. Sigo queriéndote, tanto como hace seis, siete, ocho meses, cuando aún quería negarme a ver lo que estabas haciendo, cuando intentaba retenerte entre mis brazos para que no siguieras levitando, flotando sobre nuestro proyecto de vida en común, alejándote como el globo de mis ilusiones futuras que veía alejarse entre las nubes.

Se que es normal, que es pronto para dejar de quererte, que no ha pasado el suficiente tiempo y, sobre todo, que no ha habido aún la suficiente distancia física entre nosotros para conseguirlo, pero me duele tanto ser consciente de que aún te quiero tanto, que a pesar de todo el daño que me has hecho y sigues haciéndome, daría mi alma, la vendería por conseguir volver a estar contigo como antes, como cuando te miraba y me subía un cosquilleo por el estómago, como cuando simplemente veíamos la televisión juntos cogidos de la mano tumbados en el sillón.

No hace tanto de eso y sin embargo parece que hayan pasado siglos.

Pero no consigo olvidar tu olor, tus manos, tus abrazos y tus besos cálidos.

No habrá NUNCA nadie que me haga sentir igual, ni sentiré NUNCA nada por alguien igual... es así y debo aceptarlo, me lo digo a todas horas y cuando estoy bien lo asumo como algo que pasó y miro hacia adelante, pero cuando estoy mal, te echo de menos....no lo puedo evitar....me gustaría tanto despertar de esta puta pesadilla y verte a mi lado otra vez: a tí, al padre de mis hijos, a la persona que me conquistó hace 11 años y me reconquistó durante esos 11 años, a mi amigo, el más íntimo, a mi amante, el más sincero, a mi pilar, sobre el que fundé mi familia.

No puedo aferrarme a los recuerdos. Ya no son mi día a día. Ya no eres la persona que conocí y amé, pero aún así me cuesta tanto dejar de amarte que, a veces creo que me costaría menos perdonarte y volver a colocarme la venda en los ojos con tal de recuperar lo que teníamos.
Echo de menos mi vida, los buenos momentos, las renconcilaciones, las noches de pasión y las de aburrimiento, leerte en la cama en voz alta hasta que te quedabas dormido, comprar y cocinar juntos nuestros caprichos, montar en bici con los niños, patinar juntos, las conversaciones durante las largas horas de viaje en las que nunca había silencios incómodos, las barbacoas en casa, las fiestas de disfraces, tu mirada de deseo, tu cuerpo siempre caliente a mi lado, reír contigo, bailar sensualmente juntos mientras todos nos miraban con envidia por tener este toque que las parejas pierden con el paso de los años.

¡Qué tonto has sido, qué inconsciente y egoísta! Tiraste por la borda lo mejor que nunca habías tenido y que nunca volverás a tener....y me hiciste renunciar a mí también a ello.

miércoles, 7 de enero de 2009

Lo bueno, si breve, dos veces bueno

Exactamente para la entrada de Lousie anterior y esta mía de ahora abrimos este blog: para comentar las cosas que nos estaban ocurriendo en esta nueva vida de mujeres recién separadas, los sentimientos, los bajones y los subidones, las sensaciones...

Yo, ayer, tuve un día de Reyes casi perfecto -breve intento de mi ex por joderme el día- con mis niños montando juguetes y mis amigas a última hora de la tarde recibiendo y dando regalos.
Como me quedaba sola esa noche fui a refugiarme a un pequeño rincón de encuentro donde el tiempo pasa más despacio, los abrazos son más cálidos y la luna ilumina directamente la almohada.
Amanecí cansada pero encantada con la sensación de haber tenido mi cuerpo entrelazado toda la noche al suyo y quise prolongarlo un poco más faltando al trabajo a primera hora. Desayunamos juntos, tranquilamente y partí hacia mi lugar de trabajo pero sin gana alguna de cumplir con él.
Sentía de nuevo las mariposas en el estómago que la tristeza inicial de las Navidades habían borrado de mí. Hasta pensé que había perdido la capacidad de ilusionarme de nuevo al sentirme mimada, observada, deseada.
Pero no fue así, por suerte y la sensación tan agradable me embargó todo el día. Quería retenerla conmigo, aumentarla inclusive con una noche más y me encontré con la negativa educada, caballerosa y encantadora por su parte.

Bajé a la realidad de nuevo, a pesar de que la sensación de levitar es maravillosa, la ingravidez no es lo mío y compartí con una amiga común lo que sentía. Ella me recordó algo que estaba empezando a olvidar: las caricias y el cariño no significan amor. Y es verdad. Ella dice que lo aprendió hace poco y yo creo que nuestra tendencia, Lousie, es no querer aprenderlo, lo cual es un grave error.

Se puede sentir lo mismo (de hecho lo siento cuando recuerdo situaciones y momentos de las últimas 24 horas, incluida mi sonrisa de estúpida al teléfono contigo) pero sabiendo por donde pisas, disfrutando lo que la vida o los hombres nos dan, pero sin esperar más, sin etiquetarlo ni encasillarlo.

¿Cómo sino se pueden tener estos "momentos" con alguien que es de mentalidad liberal pero que está pendiente de mi vida al mismo tiempo que mantiene su distancia estratégica conmigo?
O bien, lo disfrutas, o bien, lo estropeas queriendo entenderlo y ponerle nombre.
Yo he decidido lo primero, es decir, levitar un poco sólo, elevar los pies del suelo unos centímetros pero no permitir que toquen el cielo.

900 kilómetros

900 kilómetros marcaban la distancia y el tiempo acortó esta linea, el tiempo, las horas, los minutos, el deseo por ese encuentro, la ilusión por ese primer encuentro.

sueño, sueño, sueño, era mi estado de aletargamiento lo que me hacía estar ahí, a su antojo, a su juego, a sus deseos.

la noche marcó la pauta y la despedida, compartiríamos algo más que cama.

abrió su brazo para cobijarme en su pecho y me dejé querer, besos cálidos, silenciosos, húmedos... sentí como mi entrepierna se humedecía al contacto con su piel. mientras nos besábamos la tensión iba subiendo y deseaba que me fuera quitando la ropa poco a poco.

la tela que cubría mi cuerpo me estorbaba, quería que se derritiese al contacto con su piel. poco a poco me fuí desprendiendo de ella. él estaba caliente, lo sentía y sentía que quería que él estuviera dentro de mí.

caricias interminables, besos cálidos, abrazos, mi cuerpo y el suyo pegados, no unidos aún, pero yo estaba deseosa de que lo estuvieran.

caricias, caricias, caricias, mi cuerpo desnudo, boca abajo, sus dedos jugando con mi espalda, subiendo, bajando, cual hormiga que sube y baja del árbol. no sentía miedo, no sentía verguenza, no sentía pudor. me sentía bien, observada, mimada, deseada.

tres no fueron suficientes, sentí que había algo casi desde el principio y quería follar con él, quería hacer el amor con él, quería estar desnuda con él. mi cuerpo me lo pedía, mi líbido lo suplicaba, mi deseo era tan grande que se ocultaba bajo una falsa apariencia de frialdad.

los dos, desnudos en la cama, con las piernas entrelazadas, estaba tan mojada, estaba tan cachonda que sólo quería que me penetrara, pero él sabía como hacerse desear. besaba mi pecho, mordisqueaba mis pezones, jugaba conmigo, ya no podía más, quería que me follara, quería que estuviera dentro de mí y así fué.